Combatir la cal presente en el agua requiere de varios factores a tener en cuenta. Tipo de máquina, espacio que ocupa, qué se requiere para la instalación, durabilidad, eficacia, etc. Hoy vamos a tratar en profundidad un aspecto que cobra una especial importancia dependiendo de la máquina que se escoja. ¿Qué mantenimiento se necesita? Y en consecuencia, ¿Qué coste tiene?
La historia de Josefa y Antonio y sus inquietudes a la hora de escoger un descalcificador
Josefa y Antonio son una familia valenciana que, como tantas otras, sufre la problemática del exceso de cal en el agua tan dura que tiene toda la costa mediterránea. El piso en el que vivían ya tenía ciertos años cuando lo compraron de segunda mano. Y claro, lo de siempre, la vida da sorpresas: problemas en la presión y caudal de las tuberías, lavadora, lavavajillas y caldera estropeadas a la primera de cambio, grifos llenos de cal, etc. Y por si fuera poco, Josefa tiene piel atópica y por culpa de la cal tiene picores todo el tiempo, sobre todo después de la ducha. ¡Ya estaba bien! Había que tomar una decisión. Y no era si poner o no un descalcificador. ¡Eso lo tenían claro! Lo importante era cuál.
Josefa conocía a Javier de Sansopol. Así que decidió llamarle y preguntar. Parece ser que tenían uno ecológico, Turbopol, que no requería sal, ni contaminaba. Y parecía ser más efectivo, porque protegía toda la instalación de la corrosión y eliminaba la cal previamente adherida a las tuberías (lee este artículo). Y además, ocupaba mucho menos espacio (lee este artículo). Y por ello Antonio pensó que sería más económico, pero no, resulta que no. El descalcificador salino resultaba más económico. ¿Entonces? ¿Cuál era la mejor opción? Pues tras reunirse con Javi descubrieron que Turbopol era de lejos muchísimo más rentable. El kit de la cuestión estaba en la durabilidad del equipo y en los mantenimientos (sigue leyendo).
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¿Cuál es la vida útil de un descalcificador?
Si hablamos de un descalcificador salino, esta pregunta tiene múltiples respuestas. Hemos de tener en cuenta, evidentemente, la calidad del descalcificador. Como todo en la vida, la calidad importa, y normalmente va asociada al precio. Pero también depende del tipo de descalcificador salino, si está bien dimensionado para la necesidad que ha de cubrir, el uso que le demos, y sobre todo, el mantenimiento que le hagamos.
Tenemos un vida útil estimada por fabricante o distribuidor, y lo que realmente nos interesa: la vida real media de dichas máquinas. Es decir, lo que en realidad ocurre. Y la realidad es que los descalcificadores salinos suelen reemplazarse cada siete años. Es decir, que al coste del descalcificador y su instalación, hemos de sumarle el reemplazo del mismo cada siete años.
He aquí la primera diferencia con Turbopol. La vida útil actual (año 2024) es de 20 años, con lo que donde hemos de comprar de media 3 descalcificadores salinos, con Turbopol tendríamos que pagar una sola vez. Y esto es real, porque el primer Turbopol se instaló hace 20 años y sigue funcionando de maravilla. Es más, desde entonces se ha actualizado. Y por si fuera poco, se tienen 7 años de garantía (el descalcificador salino está entre 1 y 3 años).
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¿Qué mantenimiento requiere un descalcificador salino?
Explicándolo de forma sencilla, la descalcificación salina se basa en un depósito de resina que «atrapa» la cal, rebajando la dureza del agua. Y esa resina se «limpia» con agua y sal (salmuera). Esa salmuera es híper contaminante, y debido al sodio produce corrosión en las tuberías y distintos elementos, como la aerotermia, provocando el deterioro prematuro de la instalación (ejemplo de salitre de la playa y metales cercanos). También despotabiliza el agua, dado que reduce drásticamente el cloro que hay presente en el agua de red, aumentando así el riesgo de contaminación microbiológica y deterioro prematuro de agua de consumo humano (como cuando la piscina se queda sin cloro y el agua se corrompe, se pone verde). En este artículo no vamos a entrar en lo que puede suponer que se estropee la aerotermia por dicha corrosión, o que reduzca la vida útil de las tuberías, llegando a casos realmente graves (lee este artículo). Sino que nos vamos a centrar en los gastos del día a día que supone tener un descalcificador salino.
Estas máquina requieren un mantenimiento constante y costoso. En cuanto a la resina, va a depender de la cantidad, lo cual está asociado al tamaño del descalcificador, de la calidad de dicha resina (cuando mejor es, mayor precio) y del tipo de descalcificador, ya que los hay que realizan regeneraciones (limpiezas periódicas de resina con salmuera) continuamente (los más baratos), y los hay que las realizan en función del agua que se ha empleado. Con el paso del tiempo dicha resina deja de «atrapar» la cal, perdiendo su eficacia, al tiempo que se pierde un porcentaje de la misma, con lo que hemos de reponerla regularmente, lo que se conoce como un cambio de resina, y tiene un coste aproximado de entre 500 y 800 € en un equipo doméstico.
Cabe destacar que el descalcificador ha de estar bien regulado, ya que si no se mezcla en una proporción adecuada con agua de red sin descalcificar podemos correr el riesgo de dejar sin dureza el agua (alterando el pH) con lo que ésta será corrosiva, aumentando drásticamente la corrosión que produce, junto a la salmuera. Es por ello que se requiere revisión anual (en torno a 150 €), y en algunos casos es mejor subcontratar a una empresa para que se encargue de todo, aumentando así los costes, pero reduciendo la incomodidad y los riesgos, sobre todo en descalcificadores comunitarios o industriales.
También precisan de sal continuamente (150mg x cada grado francés de dureza y regeneración), comprados en sacos de 25 kilos. En este caso, salvo que se subcontrate, donde los costes se disparan, más que el coste de cada saco de sal es la incomodidad de estar pendiente del nivel de sal, aprovisionarse y llenar regularmente el depósito de sal. La realidad es que hay un porcentaje muy elevado de personas que no lo hace, se le olvida, o simplemente se cansa de hacerlo y decide olvidarse del descalcificador.
Y no menos desdeñable, hemos de considerar el gasto eléctrico y rechazo continuo de agua en grandes proporciones, que además contamina.
¿Y qué mantenimiento requiere Turbopol?
En contraste con la descalcificación salina, el descalcificador no salino Turbopol de Sansopol ofrece una alternativa ecológica e innovadora, con muy bajo mantenimiento. Dado que el sistema disocia iónicamente la cal, es decir, transforma la cal en mineral, no precisa de sal, ni de resina. No va a generar corrosión, ni va a cambiar el pH, ni va a despotabilizar el agua (eliminando así costes futuros).
Turbopol no requiere electricidad. Tan solo tiene una pila en el programador que indica cuando se ha de abrir y desaguar para producir así una autolimpieza. Esa autolimpieza tan solo rechaza litro y medio de agua cada tres días, imperceptible en la factura del agua, y consiste en eliminar los metales pesados y microplásticos que quedan fuera de la malla de 20 micrones con recubrimiento de plata que posee Turbopol y que actúa como filtro inicial. Esa pila del programador se ha de cambiar cada año, al tiempo que se limpia la máquina en profundidad, se revisa y programa la oscilación del neodimio (el cual produce la disociación de la cal), y se revisa el correcto funcionamiento del sistema. El coste total de dicho mantenimiento anual en un equipo doméstico es de 147 € (IVA incluido). Nada más.
Aproximadamente son 300 € de ahorro anuales frente al equipo salino, siendo muy conservadores en los cálculos. Proyectado a 20 años de vida útil actual, unos 6000 euros de ahorro. Y si tenemos en cuenta que no hemos de cambiar la máquina cada 7 años, podríamos sumar unos 3000 euros más de ahorro. Eso sí, el precio de Turbopol es mayor que el descalcificador salino. La diferencia radica en que esa diferencia de precio se amortiza en muy poco tiempo.
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